El cumpleaños

Se acabaron los cumpleaños tristes, con una tortita de morondanga, algún bizcochuelo que te hacía la vieja , unas pocas gaseosas y dos o tres invitados.
Eso era antes , en tiempos de la prehistoria.
Nosotros, los jubilados ya pasamos ese trance y el que vino luego, aquel del alquiler del salón para llevar a los nietos desde las cinco hasta las siete de la tarde .
Después apareció el festejo de los números redondos .
Celebramos los 50, 60, 70 ...
Y así fue que nos encontramos o- mejor dicho nos reencontramos con aquellos que alguna vez fueron delgados/as con pelo , buenos mozos/as y se nos presentan ante los ojos gordas/os , desdentados/as y canosos/as o teñidos/as .
De repente estamos participando en vivo y en directo de la Fiesta de la Nostalgia .
De un día para el otro nos invitaron a una de estas celebraciones y como hacía mucho tiempo que no salíamos así, formalmente nos dedicamos desesperadamente a buscar pilchas para el acontecimiento ( no utilizar la palabra evento la que únicamente se utiliza -lógicamente- para definir un evento, o sea algo imprevisto )
-¿ Y ahora , que carajo me pongo ? - le dije a mi mujer
-¿ No tenés idea? - me retrucó - ¿ Y yó ... ? , la última vez que salimos creo que fue cuando vino el Cuarteto Imperial a Barrio Sud , en Villaguay, hace como 40 años -.
Comencé a probarme trajes,camisas , pantalones, zapatos y cuanto adminículo encontraba en el placard con un olor a naftalina que volteaba .
La camisa me apretaba en el cuello hasta hacerme saltar los ojos.
El saco no me prendía.
El pantalón, no me entraba .
Al cinturón había que hacerle como 5 agujeros más.
Los zapatos (mocasines ) me estrangulaban los dedos.
A Liliana le ocurría lo mismo .
Vestidos que la hacían sentir como una mortadela.
Toda la ropa la oprimía.
-! Ahhh...me ahogo ¡ - jadeaba con desesperación.
Casi todo nos hacía parecer un matambre ...sobre todo en la parte media del cuerpo.
Tomé la iniciativa, y le dije a Liliana:
- Vos vestite en el baño. Cuando yo esté listo te aviso y nos encontramos para ver cómo quedamos.
Me probé la camisa Lavilisto , que estuvo de moda no hace mucho . Color celeste, con el cuello duro y los sobacos manchados por antiguas transpiraciones villaguayenses imposibles de quitar.
Solo prendieron tres botones.
Tuve que esconder la buzarda para lograr prender los otros con el temor de que cuando aflojara el mondongo , volaran como una bala y le sacaran un ojo a alguien.
Me dí cuenta de que -justo en el medio de la panza - le faltaba un botón.
Para disimular la desprolijidad , me puse un pulóver elastizado que me marcaba el pozo del ombligo.
En eso escucho la voz de Liliana .
- ¿Y si inventamos algo para no ir ?...que se yo...que se enfermaron nuestros nietos- dijo casi en un sollozo y haciendo fuerza como para levantar algo muy pesado.
-! Nooo, de ninguna manera ¡ - respondí . -Dijimos que íbamos a ir y cumpliremos ¡- manifesté enojado, en tanto trataba de subirme el pantalón del traje a los tirones y tratando de no descoserlo en el intento.
Subir...subió pero no me convenció demasiado .
Usé el cinto , al que le tuve que hacer como cuatro agujeros luego de ir probando infructuosamente hasta que logré, entre jadeos, quedar más o menos con la medida adecuada.
Después vinieron los zapatos .
Agacharme fue un suplicio chino.
Los mocasines no entraban . Yo transpiraba por el esfuerzo y casi no podía respirar.
Finalmente logré mi objetivo y quedé como aquella vez que fuimos al Cine Berisso a ver El Golpe , protagonizada por Paul Newman y Robert Redford.
Me levanté como pude de la silla en la que me había sentado , mientras escuchaba a Liliana que seguía forcejeando en el baño en tanto se apoyaba en la puerta, se quejaba como una parturienta y hacía equilibrio entre los sanitarios.
El botón del cuello de la camisa me apretaba como si fuera la cuerda de la horca o el garrote vil en plena ejecución, de manera que lo desabroché y me puse una corbata para disimular.
Tomé el saco, lo doblé delicadamente y lo coloqué sobre el brazo.
Salí caminando como pude y nos encontramos con mi mujer, justo a mitad del pasillo.
Nos miramos.
Ella solo atinó a sollozar suavemente y apagó la luz .
No nos podíamos mover, caminar, ni respirar.
Como todo no había sido más que una prueba, decidimos ir a la modista para que arregle las pilchas.
Mas que arreglar, habìa que agregarles tela por todos lados.
La señora arregló, agregó ,dejó prolijamente alineados trajes, camisas, blusas, vestidos.
Llegado el día D , ya nos movíamos con alguna elegancia , probarnos agacharnos para ver si no se rompía ninguna costura e - incluso- practicamos algunos pasos de baile .
Quedamos ambos muy contentos ,pero nuestras hijas cerraron la puerta con llave y nos prohibieron salir vestidos de esa manera.
Incluso nos dijeron que si no hacíamos caso, nunca más veríamos a nuestros nietos.
Pero finalmente ganó nuestra rebeldía y - saltando por la ventana- nos fuimos al encuentro de nuestros amigos integrantes de una generación pujante y vital.

Abrimos la puerta y nuestro anfitrión nos esperaba como si fuéramos unos quiniceañeros.
Le dimos el regalo a la vez que en un segundo observamos a todos los invitados y pudimos ver que casi todos estaban matambreados.

El buffet froid estuvo estupendo, los mozos bandejeaban bocaditos, empanadas de copetín, brochetes de diversos gustos.
Luego invitaron a los comensales para que se sirvan de unas mesas perimetrales adornadas con manteles hasta el piso.
Jamones crudos, pavita, langostinos, quesos sabrosos, salmones y arenques.
Palmitos, aceitunas gigantes, mayonesas, tomatitos cherry con condimentos ...
Luego, cuando sirvieron desde unos fuentones con mechero los platos calientes que se comían de parado, comenzaron los problemas.

Raviolitos y ñoquis al verdeo.
Mollejitas fritadas con salsa cuatro quesos.
Choricitos de blanco de ave a la pomarola.
Camarones con salsa provenzal.
Todo bien servido a los 200 comensales que, apretaditos y de pie durante la recepción, sosteníamos un plato caliente con una mano, el tenedor con la otra, el vaso de vino con otra, saludábamos a un amigo con otra y un leve pero persistente temblequeo de párkinson en todas las manos a la vez.

El desparramo de salsas fue inevitable. Al toque me mancharon el traje 3 veces, una con salsa roja, la otra con aroma a ajillo y otra con una crema espesa.
Y por fin, pasamos al salón principal. Nos sentaron en una mesa grande con otras personas.
- ¿Quién es el señor canoso que está al lado mío? - le pregunté en voz baja a Liliana .
- Es Jorge Henderson , fueron compañeros de la secundaria .
- ¿Jorge ?... Hace diez minutos que estoy conversando con él y no me daba cuenta de dónde lo conocía. Está hecho pelota. No se mantiene como me mantengo yo.
Giré, le pasé el brazo por la espalda y tratando de disimular le dije:
- ¡Jorgito viejo y peludo!...¡Estás igualito Jorge !
- Y vos estás hecho bolsa - me dijo y empezó a toser de tal manera que la mujer se tuvo que parar a atenderlo. (Yo aproveché para putearlo)
- Levantá los brazos, viejo. Tomate una cucharada de este jarabe por favor, tenés que cuidarte, a vos te faltan dos años para tu cumpleaños de 70 y te quiero organizar una fiestita.
Enfrente a nosotros, en la misma mesa, estaba Carlitos con su esposa que se había puesto toda la pintura que encontró en la casa. Carlitos se me acercó y en secreto me dijo:
- ¿Te acordás de Mónica? ¿Te acordás que estaba que mataba? ¿Te acordás que todos estábamos enamorados de ella en la facultad?
Algún gesto debo haber hecho porque mi mujer se avivó de que hablábamos de minas y me pisó sin querer con los tacos aguja.
- ¡¡Mirá para la pista! ¡¡Salió a bailar con el marido, mirala!!! - me dijo Carlitos, en tanto un hilo de baba caía por sus comisuras.
Giré la cabeza y solo conseguí ver a una señora mayor, entrada en años y mucho más en nalgas, que se movía con mucha gracia y poco esposo.
- No la veo - le dije - debe de estar bailando atrás de la vieja gorda culona...

La conversación en la mesa se fue poniendo linda… Todas las frases comenzaban con:
¿Te acordás de...?
¿Vos estabas el día que...?',
'El que no está bien es...',
'¿Sabés quien tuvo otro nieto...?',
'Viste quién se murió…?
Cuando alguien trataba de recordar quién fue el que hizo tal o cual cosa en los años 60, aparecían los '¿eeeehhhh?', '¿Cómo era?..."El petiso...' '¿Cómo se llamaba el petiso?...
Y las conversaciones fueron más o menos así…
- ¿Y ustedes ya tienen nietos? – preguntó un invitado al que se le movía la dentadura postiza.
- Si, una - le decía la mujer.
- ¿Dos nietas ya?
- No, una sola.
- ¿Dos varones? ¡Mirá vos!
- ¡¡UNA... UNA NIETAAAA !!
- ¿Neneta? Qué lindo nombre. Disculpá que no te escucho bien. Están poniendo la música muy alta , a ese jovencito que está con el combinado deberían calmarlo un poco.

- Acá tengo una foto de mis nietitas - le dijo mi mujer a otro invitado.
- Ni te molestes - contestó - sin los lentes no veo una mierda.
La fiesta estaba bien buena, el disc jockey pasaba desde "Zapatos Rotos", "Yo en mi casa y ella en el bar", "La Lambada" hasta "La Bicicleta". De la pista me hacía señas un pelado que oficiaba de locomotora para que saliéramos a bailar con el trencito.
- ¡¡Vamos cheeee!! ¡Manga de aburridos!! ¡Cómo en los sesenta, negro! ¡Vengan, cheee !
Dos veces me tenté y dos veces me senté.
Dos veces me paré y dos veces mi mujer me pegó un pellizcón en zonas de compromiso, me aplicó el plan taco aguja y me gritó en secreto al oído:
- ¡¡ Esperá a los lentos, si bailamos esto se nos descose todo !! ¿Por qué no vas a fumar un cigarro afuera con Carlitos y Jorge? ...-Ahí viene el mozo ¿Te pido algo?
- Sí, pedime un trago largo con Hepatalgina, Chofitol y un toque de Sertal batido con bastante hielo. Estoy repitiendo todo lo que comí. Ya vengo.

- Mi amor - me dijo Liliana cuando me paré- llevá el celular por las dudas y llevá también este papel con el número de mesa anotadito que después te la pasas buscando por todo el salón.
Afuera aprovechamos para recordar a todas las minas que estaban buenas y nunca nos dieron pelota, todos los nabos a quien les quedamos debiendo una trompada y todos los campeonatos que nunca ganamos.
En la vereda de enfrente alcanzamos a ver que Carlitos que hablaba con una señora, le mostraba la cédula y le preguntaba dónde quedaba el salón en el que estaba un rato antes festejando un cumpleaños de 70.
El baño estaba de lo más concurrido, flojos de vejiga y prostáticos agrandados nos encontrábamos a cada rato en los mingitorios. Eso sí que estaba divertido!!
Desde adentro, el tipo del parlante avisaba que había aparecido una señora llamada Raquelita y no encontraba la mesa y que estaba junto al tipo que pasaba la música. Que fueran a retirarla allí.
Fue una fiesta inolvidable, a las 11 nos tomaron la presión a todos y un enfermero atendía sin costo a los que se sofocaban bailando.
El cardiólogo hacia bajar la presión de los más graves con pastillas sublinguales.
Por suerte el aparato para electrocardiogramas no se uso. Para tranquilidad de todos avisaron que una ambulancia hacia guardia pasiva en la puerta del salón.
Junto con los suvenires, en un detalle realmente novedoso, (el dueño de casa era un detallista) a los que queríamos seguir tomando cerveza nos iba entregando pañales descartables.
¡Formidable invento esto de los cumpleaños de 60 - 70!
¡Y que se pongan de moda justo ahora, que todavía estamos hechos unos potros!
! No en vano estamos en el Fabuloso Mundo del Jubilado ¡

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